Blogia
Desde mi rincón tanatológico.

DE CARA A LA MUERTE

Desde mi rincón tanatológico. 

De cara a la muerte 
 
 

     Habían sucedido muchos acontecimientos en esos días,  tales como ser invitado en un canal de televisión local para hablar de la eutanasia, tener un taller en la universidad acerca de manejo de Duelo, etc. Y obviamente el manejo diario de una consulta Tanatológica, en una institución como el IMSS es de verdad atareada y rica de experiencias. En este marco estuve llevando el caso de un personaje importante en la fundación de la Universidad de Baja California hecho relevante y que por las circunstancias me vi comprometido a asistir al funeral, un tanto cuanto por apoyo a la familia, pues en el proceso fui creando afectos y otro tanto, para observar el trabajo de manejo de duelo anticipatorio desarrollado en el transcurso de los tres meses en que vimos como poco a poco el cáncer de colon fue disminuyendo las capacidades de mi paciente, así como consumiendo lentamente su organismo hasta vencer el ultimo halito de su vida, arrastrándolo hacia la inexorable  muerte.

     Y bien, en  un momento dado me encontré de frente con un féretro, que aunque era de buenísima calidad, no dejaba de representar la finitud de la vida, de todas las vidas y de mi vida.  Sentir lo frágiles que somos ante esta única verdad, sin importar lo que hagas o dejes de hacer y lo que hayas escalado o crecido durante tu estancia perenne en este mundo.

     Me fui acercando poco a poco, distraído a veces por los saludos de algunas personas y por las condolencias que iba prodigando a los familiares  de mi paciente. Me detuve un poco para abrazar a la viuda y hacerle sentir que era importante para mi asistir a aquel rito de despedida, pues es uno de los momentos de mas soledad aunque nos encontremos rodeados de mucha gente y por el lazo afectivo que se había creado durante la terapia, sabia que reconfortaría a aquella solitaria alma atormentada por el abandono de su espejo espiritual de 40 años de matrimonio.

      Poco a poco llegue al borde del féretro hasta ver ese rostro familiar ya, pero inanimado, tratado de parecer natural a base de polvos y ceras que en un momento dado parecía hasta grotesco, y por otro lado  exagerado de polvos, tratando de ocultar la realidad del momento. Me asalto el pensamiento; ¿bueno y porqué debe de preocuparme la muerte ajena?. Si bien como medico, me afano al extremo a salvar la vida, luego si me importa la vida humana. Y si  la vida como única realidad esta acompañada desde su brote a este mundo, de su propia muerte. ¿Debe de importarme también la muerte de cualquier ser humano?.

  Debería entonces de aceptar la premisa de que la muerte es la forma mas clemente de la vida, que es una advertencia de afuera hacia adentro, de un silencio que no responde y que de esa manera me aterra.

     Ese rostro inexpresivo que ayer me pronunciaba sus miedos, y me encargaba el sufrir de su familia, hoy ya no quiere abrir sus parpados   para dejarme ver aquella mirada profunda, serena, del que sabe que se esta despidiendo y a llenado de obras sus manos para ofrecérselas al Creador, y su repuesta aplacible cuando le pronunciaba un proverbio egipcio que dice “por que preocuparnos de la muerte si cuando ésta llegue, ya no estaremos allí para recibirla” y ni siquiera sabremos si duele, si hay silencio o desesperanza, seremos seres de otra dimensión, de otro espacio y ya no estaremos habitando esta casa imperfecta llena de dolor y ahora de cáncer.

    Que desnudo esta el rostro de todos, más desnudo que la desnudez misma. O ¿no es acaso por nuestra mirada que nos abrimos al amor, o por nuestra expresión que los demás se dan cuenta de nuestros estados de animo, o bien nos escrutan los expertos en el rostro la culpabilidad, o nuestros padres la inocencia o el miedo?. Pero y este rostro inexpresivo, duro como tallado en madera, rígido como la textura del cuero curtido, ¿que me dice, que me reprocha?.No pensara en reprocharnos su muerte, o no somos nosotros como sociedad responsables un poco de esas muertes; del niño desnutrido de  Chiapas, del obrero que muere en un absurdo accidente por falta de educación, de los ancianos que no tienen para comprar sus medicinas, de los niños de las calles. Pero ¿y que hago para resolver esto?, o acaso ¿solo gravito en este mundo entendiéndome solo de lo mío?, ¿protegiendo a mi familia?, ¿adquiriendo bienes?.

     Esa barbilla tan altiva es el ultimo reducto de la altivez de este hombre emprendedor, que se comprometió ante los demás y con los demás para mejorar todas las condiciones que estaban a su alcance y crear una metamorfosis social que nos comprometiera con las muertes de los demás, con todas las muertes, pues de esta manera, mi propia muerte no pasara desapercibida. Y así tendremos alguna postura final, o bien habrá veneración y respeto como un tesoro o bien daremos rienda suelta a nuestro rudimento y pobrezas filosóficas, espirituales y humanas dejando salir de nuestras entrañas la depredación y  la rapiña.

      En ese féretro elegante y frió rodeado de toda clase de pasiones, emociones y sentimientos, existe una crisálida que con un tesoro de hechos  e historia lo mantiene tibio y apurando un poco, se que es un crisol de donde saldrá una bella mariposa que nos estará diciendo, ¡no teman a la muerte, vivan día a día su vida de manera correcta, enriquézcanla con valores y acciones que al fin y al cabo es el ejemplo a seguir! ahora yo ya soy un ser espiritual, espero haber dejado un buen ejemplo para que sea digno de seguirse y aunque dejo dolor a mi partida dejo el bálsamo de la aceptación  para que al transformar mi recuerdo, enriquezcan sus vidas, y mejoren sus obras.

      Al entender todo esto y haber entablado un dialogo silencioso, comprendí que ese tiempo ya no era mi tiempo, me di la media vuelta pudiendo solo así separar la vista de aquel rostro desnudo que en tan pocos momentos me había hecho reflexionar en cosas que antes no había pensado tan profundamente. Deposite un beso en la mejilla de la viuda y me aleje, no sin antes mirar de reojo hacia el féretro para despedirme en silencio de aquel hombre tan  visionario que aun desde su propia muerte me seguía enseñando. 
 

                                Dr. José Octavio Gallardo Anguilera

                                Tanatólogo

                                Clínica 20 IMSS

                               Instituto de Apoyo Emocional.

                                Tel. 682-19-65- y 044-664-204-29-64

0 comentarios